miércoles, 29 de febrero de 2012

¿Qué queréis las mujeres? eh, qué queréis? ¡Queréis putos supermanes! Queréis tíos fuertes pero que tengan tipín, que tengan pinta de atormentados pero que sean graciosos. Queréis que sean constantes pero que sepan sorprenderos, queréis que sean sinceros pero que conserven el misterio, que estén locos por vosotras pero que pasen de vuestro culo. Queréis que sean guapos pero que la belleza no importe, que tengan un buen rabo pero que el tamaño de igual... joder! ¡Queréis súperhéroes del equilibrismo! Queréis que tengan la capacidad de abriros el cielo en un momento pero sólo para vosotras. Queréis que no tengan secretos pero también que sean como desconocidos para que luego podáis sentir las putas hormiguitas en el estómago. ¡Lo queréis todo coño! Todo...

-Básicamente quiero que me haga sentir que no estoy desaprovechando mi vida porque es muy corta. Quiero que me abra las piernas, no el cielo: pero que lo haga cada noche. Quiero que sepa mentirme. Quiero que no me importen sus mentiras porque se deja su alma cuando está conmigo. Quiero que sea generoso porque puede, no por obligación. Quiero que tenga sangre en las venas. Quiero que me grite lo puta que soy cuando le abandono. Quiero un poco de épica. Quiero que le dé igual lo que yo haga cuando no esté con él porque sabe que no voy a encontrar a nadie mejor. Quiero que me tiemblen las rodillas cuando me agarra la nuca. Quiero que la tenga bien grande y que el tamaño sí importe.



lunes, 13 de febrero de 2012

¿Hay algo de verdad en ello?

Aquella noche me puse a pensar en los padres y en la carencia de ellos. Se dice que la relación que tenga una niña con su padre será el modelo de todas sus futuras relaciones con los hombres.
¿Será solo psicología popular, o hay algo de verdad en ello? 
¿Y si tienes un modelo imperfecto, implica eso toda una guía de relaciones imperfectas?. No pude evitar preguntarme: ¿Qué importancia tiene la figura paterna?

Pensar. Quizá se te ha olvidado por falta de práctica


Necesita estar solo. Luego se apodera de él un extraño sufrimiento. No lo necesita. Está solo. Aquella idea lo hace sentirse aún peor. No tiene hambre, ni sueño, no siente nada. Permanece así boca abajo. Sin saber por cuánto tiempo. Paulatinamente, vuelve a ver aquella habitación en días más felices. Cuántas veces, por la mañana, al despertarse, a encontrado sus pendientes sobre su mesita; cuántas veces su reloj; cuántas veces han estado juntos en aquella cama, abrazados, enamorados, deseándose. Sonríe. Recuerda sus pies fríos, aquellos diminutos dedos helados que ella apoyaba sobre sus piernas, más calientes. Después de haber hecho el amor, cuando se quedaban allí, charlando, mirando la luna por la ventana, la lluvia o las estrellas, igualmente felices, ya hiciera frío o calor. Acariciándole el pelo sin importarle lo que sucediese fuera.